viernes, 31 de agosto de 2007

Los muchachos de Palermo

Los muchachos de Palermo, tienen la piel resplandeciente, como el agua
del lago de Chascomús, y se ponen chalecos de terciopelo
que les liban el abdomen en un aullido de lobos.

Los muchachos de Palermo, caminan con la cabeza en alto, para no distraerse con su alrededor, y si les llama la atención una persona,
miran con atención, para aprovechar esos tres segundos de picardía inocente.

Al anochecer, todos ellos cubren sus brazos musculosos con telas blancas,
para que éstos sientan el frescor de la ropa limpia, y a la madrugada,
caminando todos juntos -claros como la nieve- van a exhibirse
por la avenida, para que las mujeres los miren imprudentemente,
y se les ericen los vellos de la espalda como puerco espines.

Los muchachos de Palermo, viven en la felicidad de ser jóvenes, como
tigres recién nacidos, y las ganas de madurar son tan pocas, que a veces
les gustaría ser niños otra vez, porque no se animan a seguir adelante
con su vida y crecer para no volver atrás en el tiempo.

lunes, 13 de agosto de 2007

Despertar

Sensaciones en los hombres al despegar los ojos en la mañana. Sombras asustadas que al estar nos generan todavía más temor. Huellas que los vientos van dejando en los caminos. Ruido sordo que los coches producen cuando frenan y nos causan escalofríos sin razón.
¿Por qué no podemos reaccionar al cantar los pájaros agonizando, y cuál será el deseo de los silencios que se aprovechan de los hombres dormidos?
Momento en que las sábanas suaves se enredan para ahogar los gritos, y en que las ventanas contienen otros gritos, para que no atraviesen las paredes.
A veces se calla, al tener en cuenta el silencio y la oscuridad, el vacío que quedará en los cuartos, y quisiéramos hablarles para que no sientan miedo de quedarse en el tiempo. Y a veces las esquinas de las avenidas importantes, sobre las veredas, muestran algo de soledad y uno quisiera acercarse a las esquinas, como un auto o como un tranvía.
Días en los que moriríamos por que nos rozaran el cuello con los labios, y en los que repentinamente se entiende que no hay dulzura comparable a la de rozar algo que siente.
¡Ruido!-grito ahogado que nos retumba en la cabeza-: ¡Aullido de los gatos mal alimentados!- único grito que nos devuelve a la realidad.


La verdad es que cuando Vero dio la consigna de reescibir un poema, me asusté. Porque las veces que había escrito algo, ya sea un poema u otra cosa, nunca me habían gustado, pero esta vez sí. Así que acá comparto mi reescritura del poema "Nocturno" de Oliverio Girondo.