lunes, 10 de septiembre de 2007

Voy a contarte lo que siento

Yo no hablo de lo vivido como Yanina Wetsztein. Yo no te hablo como persona, como mujer ni como simple ser humano siquiera. Yo no hablo de lo vivido como hoja, como hermana ni como novia. Hoy hablo sólo conmigo. Si me llamase Yanina Wetsztein, nunca habría vivido ese infierno. Si no fuese persona, no lo viviría. Si no fuese ni mujer ni otro miserable ser humano siquiera, no lo viviría. Si no fuese hija, hermana ni novia, no lo viviría. Hoy hablo para adentro. Hoy hablo sólo conmigo.

Lo vivo siempre y nada cambia. Mi vida es tan simple, que no tiene sentido ni carece de él. ¿Cuál sería su sentido? ¿Dónde enterré lo que le daba sentido a todo? Nada tiene sentido; a nada le veo sentido ya. ¿Para qué he vivido esta vida sola? Mi vida es de los que miran y de los que sienten, como esas bellas rosas que algunas personas ciegas sólo las miran. Si hubiera vivido mi abuelo, mi vida sería diferente. Si mi dolor fuese igual al tuyo, mi vida sería diferente. Hoy hablo para afuera. Hoy hablo sólo conmigo.

Escucho las palabras del sonriente y siento que su felicidad va a la par de mi sufrimiento, que de seguir sufriendo hasta morir, saldría siempre de mi tumba un helado viento con una melodía sangrienta que dañaría los oídos de los oyentes sordos. Lo mismo el inconsciente. ¡Qué actos los suyos, impensados e incoherentes, sin principio ni fin!

Yo soñaba desde chica que la felicidad del hombre era, en fin, blanco o negro. Pero en mi vida no hay ni blanco ni negro. Le falta color para vivir, tanto como le sobra negro para morir y si analizara mi vida, no encontraría futuro y si analizara mi muerte, no encontraría pasado. Hoy hablo de lo que yo quiero. Hoy hablo sólo conmigo.